Alejandro López tiene once años y padece una enfermedad rara conocida como el síndrome de Kabuki. Trasladarse de La Chana a Alhendín, hace ahora 8 años, “le ha cambiado la vida a mi hijo y a nosotros”, comenta orgullosa su madre, Chari Morente. A este niño de ojos azules y sonrisa impetuosa le aseguraron los médicos que nunca andaría. Sin embargo, desde hace dos años, ha pasado de pensar en una vida en silla de ruedas a verse andar y subir escaleras, aunque con ayuda. “Verlo con los pies en el suelo fue un sueño, no nos lo creíamos, y, desde ese día, a él se le nota mucho más contento y animado”, sostiene Chari mientras esboza una sonrisa. Además de dos días en semana de hipoterapia, Alejandro se somete a ejercicios de natación terapéutica y osteopatía en el pabellón deportivo de Alhendín, donde “no solo hay grandes profesionales sino también grandes personas”, asegura la madre de Alejandro. El trabajo constante de técnicos y monitores y, por supuesto, el afán de superación del pequeño, dieron el fruto que nadie esperaba. Carlos Jiménez, el osteópata de las instalaciones municipales, afirma que “el mérito es de Alejandro, no nuestro”, y de sus padres, que tienen que mantener en casa el trabajo que se hace en piscina y consulta. Aunque tiene sus días, Alejandro “no protesta por nada” y es “por personas como él por las que merece la pena dedicarse a profesiones como ésta, pues una sonrisa suya es nuestra mejor recompensa”. A Alejandro, que en su camino de ida y vuelta entre casa y el pabellón ha sustituido el carrito por un andador, no hay un obstáculo que se le resista, igual que a sus padres y a su abuelo, que trabajan a diario por el bienestar del pequeño. “Verle reís es el mejor premio a nuestro esfuerzo”, dice su madre. Ayer, el Ayuntamiento rindió homenaje a Alejandro en el penúltimo partido de liga del equipo sénior de fútbol, que ganó al Iznalloz por 3 a 1, con la entrega de una placa y una camiseta firmada por todos los deportistas. El rostro de Alejandro lo dijo todo.